domingo, 26 de agosto de 2007

Olvidando por la medicina

Si, a mi también me pasó... aun sucede, pero si, menos. Mi hermana menor me acostumbro a tener siempre conmigo una libretita. Debe ser pequeña para que cargue con ella sin ningún problema.

Es triste que el doctor que prescribe estos medicamentos, no nos prepara para esa pérdida de memoria. Cuando me di cuenta que sucedía algo con ella, no me sentí "olvidadiza", me sentí "tonta". ¿Cómo podía olvidar si había desayunado? ¿Por qué me quedaba a media frase... olvidando una sencilla palabra?. Debía explicarlo a quienes convivían conmigo.

Sentía verguenza, tal vez se desesperaban, o pensarían que no estaba poniendo atención en la conversación. Con mi familia y amigos era mucho más fácil decir "disculpame, de pronto olvido palabras", pero, en mi entorno laboral era muy delicado.

No creía conveniente hacer del dominio de compañeros de mi trabajo, que tomaba ciertos medicamentos que hacía que olvidara cosas. ¿Me verían ahora como una compañera no confiable? En reuniones, era común ver caras de desesperación cuando olvidaba mi tercera palabra en mi presentación.

Por supuesto, mi ansiedad aumentaba... y preferí evitar mi participación, en esas reuniones, si se podía. Yo sabía que algo pasaba, y había una relación con mi tratamiento... pero nadie me preparó para esto.

jueves, 16 de agosto de 2007

El dolor crónico puede afectar a la memoria

Edición|Fibromialgia.nom.es
Fuente|Jano Online


Las personas que padecen dolor crónico podrían sentir su memoria saturada por las tareas múltiples cotidianas, según indica un nuevo estudio de la University of Alberta (Canadá), publicado en “Anesthesia and Analgesia”. La investigación en 24 hombres y mujeres tratados en una clínica del dolor halló que el dolor crónico alteraba la memoria a corto plazo de los pacientes.

Muchas de esas personas no lograban mantener un rastro en la memoria de una pieza de información mientras realizaban otra tarea. En la vida real, eso se podría trasladar, por ejemplo, a la dificultad para recordar un número telefónico mientras se busca un lápiz y se sostiene a un bebé, señaló el coautor del estudio, Dr. Bruce D. Dick.

Es posible que el dolor crónico interrumpa la atención de una persona y básicamente devore algunos recursos que el cerebro dedicaría a la memoria a corto plazo, el reservorio temporal en el que se procesa la información antes de pasar a la memoria a largo plazo, sostuvo el Dr. Dick.

El equipo reunió a 24 pacientes de la clínica del dolor de la universidad que padecían dolor en las articulaciones, la espalda, los miembros superiores e inferiores y en otras partes del cuerpo durante los últimos seis meses.

Según las pruebas estándares de atención y memoria a corto plazo, 16 pacientes tenían problemas de memoria debido al dolor. De ellos, los más afectados no podrían mantener un recuerdo reciente. Para el Dr. Dick, los resultados respaldan lo que refieren muchos pacientes con dolor crónico: que su memoria también sufre por el dolor físico.

Anesthesia and Analgesia 2007;104:1223-1229

miércoles, 8 de agosto de 2007

Derecho a vivir SIN dolor

Confieso que es todo un peligro que escriba sobre un derecho. Hace unos meses lo hice y la vida se encargó de hacer un comentario. En la capital de mi país, el Distrito Federal, se evaluaba dejar de considerarse el aborto como delito. Había todo un alboroto y por supuesto posturas radicales. Desde quien alegaba ser dueña de su cuerpo hasta los que decían que por ninguna razón ¡ninguna! Se debe permitir.

Desde mi lupa de salud pública, opiné. Me declaré a favor, con el argumento de que miles de mujeres estaban muriendo por realizarse abortos sin higiene y cuidados médicos necesarios. Lo dije así: por violación o por cuestiones de salud de la mujer o del bebé. Y que aún despenalizado el aborto, la decisión la tiene la mujer

Escribía esto mientras se declaraba que el aborto en esta ciudad no sería más un delito, con ciertas restricciones, claro. Entonces, “los otros” dijeron que con ello se promovía el aborto, que más mujeres lo realizaría. Me pareció absurdo y no duré mucho tiempo procesándolo cuando recibo tres importantes email de personas cercanas a mi, dandome argumentos en contra del aborto.

Estuve de acuerdo en cada uno de ellos. Desde el que Dios no dio la vida y solo El la debe quitar, hasta el bebé es un ser indefenso, sin culpa de nada y por tanto con derecho a vivir. ¡Por supuesto! Respondí. Mi opinión fue como propuesta de una adecuada política pública ante un problema de salud que enfrenta nuestro país. Y no lo pensé dos veces en aclarar, ¡yo nunca lo haría!. Eso fue en abril pasado.

En medio de mi más eficaz tratamiento contra el dolor que he tenido, que si bien no lo elimina, me permite tener una mejor calidad de vida, me embaracé. Mi esposo y yo sabíamos que eso no debía suceder, mis medicamentos se contraindican en el embarazo. Ante la noticia me pasmé de miedo, ¿qué tanto había dañado al bebé esas primeras semanas con la medicina? De inmediato deje de tomar todas.

Consulté a mi ginecólogo y a mi neurocirujano en México, y estuvieron de acuerdo en ello. Los siguientes dos días los viví entre constantes olas de calor y de frío intenso, de problemas de estómago y de una ansiedad limitada a no correr, por el dolor que también empezaba a ser intenso. Visitando a nuestro médico acá en Inglaterra consideró que era más riesgoso para mi y mi bebé, estar sin dos medicamentos importantes en mi tratamiento, Neurontin y Cymbalta. Claro! Esto sería temporal, en algún momento debían desaparecer también

Lo que si consideraron peligro, y no retornable, fue el Tradol, el cual me cambiaron por un medicamento con paracetamol. De inmediato me sentí mejor al volver a tomar la otra medicina, aunque de dolor no hubo mejora. Me recomendaron reposo y aquello se volvió el círculo vicioso del dolor, no actividad física, contractura, lo cual significa más dolor, y este da más estrés y al estar estresada los músculos se contracturan y hay más dolor, etc.

Platico lo técnico, porque lo personal, solo se puede resumir en decir que yo estaba maravillada con tener otra vida en mí, con que se pareciera en carácter a su papá, en comer adecuadamente para que el creciera bien. Mientras, mi cuerpo empezaba a tener diferentes habilidades. Podía sentir cada vértebra, como rozaban los discos e imaginaba los músculos irritados. Solo Dios me daba la fuerza para hacer lo mío (cuidar a mi bebe) y tratar de ignorar mi espalda.

Regresé 2 veces más con el doctor para decirle que el dolor era muy intenso y que sentía estar muy cansada de tenerlo. Debía haber ¡algo! Para disminuirlo. Y aunque desde la primera consulta lo había mencionado, puso sobre la mesa la opción de terminar con el embarazo. Dijo que era una situación muy difícil por un lado el bebé, que todos queríamos que llegara sano y, por otro, mi estado de salud. Como opción me remitió a un médico especialista en dolor, tenía que ser privado pues el tiempo era muy importante.

Recordé lo que había escrito, lo que había respondido ¡yo nunca lo haría! Sin embargo ahora, a solas, mi esposo y yo lo platicábamos. Y confié mi situación a mi hermana y a una buena amiga. Seguramente las ponía en aprietos con mis rabietas, con todas las ideas que venían a atacarme:

- Sino lo defiendo yo que soy su mamá, ¿quien lo va a defender?
- Me sentiría mal en decidir por mí ¡la grandota decidiéndose por ella, en lugar de por el chiquito.
- ¡Dios me envió un regalo! ¿Como puedo pensar en devolvérselo?
- Si fuera mi vida o la de él decidiría la de él, ¿pero como podría el vivir si yo ya no resisto estar así?
- ¿Te acuerdas de los videos que nos pasaban las monjas en la prepa?

Ellas me acompañaron y nunca dijeron lo que debería de hacer o no hacer, solo hablaban de mi, de Dios, de mi con Dios y escuché lo que fue la puerta al camino de la paz: Decidas lo que decidas Dios estará contigo, el siempre te abrazará. Y lo pude ver literalmente, yo sentada en el regazo de Dios, poniendo todo lo que soy en sus manos, y por supuesto poniendo a mi bebé ahí también.

…CONTINUARÁ...

martes, 7 de agosto de 2007

Sigo viviendo con dolor

Hartos días de ausencia…ausencia de palabras pero no de existencia. Entera presencia en la vida con cuestionada conciencia. Nunca fue mi intención abandonar esta página, no podría. Si dejé de escribir por un tiempo fue, lo admito, por cobardía. Era demasiado crudo lo que pensaba, era demasiado cruel lo que decía.

Estoy segura que no soy la única en esto. Vivir con dolor significa tener épocas de ausencia, tiempos de alejamiento, retiros forzados. Lamento, sobre todo, el no haber respondido a tiempo a Roma44. Me a pena no haberle respondido a Laura, diciéndole que no tengo datos respecto al Síndrome de Boca Ardiente, pero coincido con ella que entre todos podemos encontrar “algo” para “alguien”.

Dadas las disculpas y asumiendo los perdones, declaro formalmente reiniciado este blog. El dolor sigue y mientras siga, habrá razón para escribir aquí. Me ilusionaré con recibir alguna aportación. Mi familia y mis amigos, tal vez un día se den una vuelta por aquí, y leerán cosas que no me atrevo a contar cara a cara. Esa gente que me dice que soy fuerte leería que nos soy menos cobarde que cualquiera y que aún cuando sufro un dolor permanente e intenso, no olvido que mi obligación es dar felicidad a los míos, así que callo.

Aún así, mis confesiones no son para enterarlos a ellos (sería mejor una reunión, levantarme y hacer tin tin con mi vaso y un tenedor, y echar rienda suelta a mis historias), ya lo he dicho, escribir como es vivir con dolor, es un acto terapéutico, similar al diario del dolor ¿lo conoces?

Es un sencillo diario donde vas anotando día con día, incluso hora por hora, los niveles de dolor que tienes. Al principio, dichas anotaciones sirven para identificar, qué horas son las horas “pico” de dolor o incluso relacionar los momentos de mucho dolor con alguna actividad que hiciste. Después sirve para monitorear cualquier cambio.

Bueno, pues aunque aquí no hay escalas, en mis escritos se puede oler mi estado de ánimo, y por tanto, al leerme puedo recordar que tanto sucedía cuando escribí tal cosa. Para cerrar, retomo una frase que escribí en un blog hermano. “Hay que vivir con lo ganado y no estar muriendo por lo perdido”. En mi ausencia tuve pérdidas, pero cerré esa época decidida a no vivir muriendo por ello, reconozco que he ganado mucho en la vida y celebraré dichas ganancias. Supongo que para eso sobreviví.

Relájate un rato