martes, 18 de septiembre de 2007

Derecho a vivir SIN dolor II

El especialista volvió a calificar como delicada la situación y habiendo revisado mi evaluación del dolor y los tratamientos que he tenido, dijo que solo había una última opción: puntos gatillo. Éstas son inyecciones de anestésico y cortisona. Hace un año y medio me había dado ese tratamiento, y no tuvo éxito, pero ahora era nuestra última opción, sino funcionaba, habría que terminar el embarazo. El doctor se acercó y me preguntó si era creyente:

- Si, soy Católica. Y en ese sentido estoy tranquila, rezo y estoy cerca de Dios.
- Bien, yo soy musulmán, y las posturas son parecidas.
- No lo sabía doctor.
- Si, mira, hay religiones que bajo ninguna circunstancia aceptan el aborto, sin embargo la tuya y la mía, consideran excepciones, como este caso, en que la salud de la mamá está en riesgo. No podemos garantizar que resistas 6 meses más así como estás.
- No puedo imaginarlo. Dije sinceramente, cuando, desde hacía semanas, no podía imaginar si aguantaría un día más con ese dolor.
- Así que estemos tranquilos y no dejes de orar.

Sabía que el doctor estaba confundido, justo la religión Católica es de las que no consideran ninguna excepción para aprobar el aborto. Tal vez se confundió con la Anglicana, que son Cristianos también, pero con algunas diferencias. Lo importante para mí, fue que un doctor, un especialista en dolor, me hablaba de espiritualidad. Era una importante señal.

Estaba a 10 días de cumplir 12 semanas, el límite establecido para que haya la mínima posibilidad de complicaciones en un aborto. Los siguientes dos días mi dolor se acompañó del propio de las inyecciones, pero confiábamos en que funcionarían. Se desató una enorme red de oraciones, por nosotros, por nuestro bebé, por mi salud, porque Dios nos iluminará en el momento de tomar la decisión.

No me atrevo a escribir lo que sentía mi esposo, además de no contar con su permiso para hacerlo, dudo que el, en todo momento haya sido sincero conmigo. Entre su actitud y sus palabras, siempre pude alcanzar a ver una enorme intención de control. Sé por qué lo hacía y se lo he agradecido mucho. Lo que si puedo decir es que cada día se mostraba más preocupado por cómo estaba yo. El dolor al máximo ya lo empezaba a identificar.

Finalmente, el dolor no disminuyó nada y volvimos con el especialista. Me sugirió hacer un ejercicio previo a tomar ninguna decisión. Fue vislumbrar los posibles escenarios, identificar olores, sabores, compañías encada uno, y sentir cómo estaría yo en cada uno. Hazlo gráficamente y si en algún momento te llegas a dudar porque tomaste una u otra decisión, revisas ese papel y recordarás lo que pensabas y sentías en ese momento. Nos despedimos y le agradecí sus servicios médicos, espirituales y psicológicos.

Haber estado con el especialista me hizo tener confianza en que había hecho todo lo que había en nuestras manos para llevar a buen término el embarazo. Si ahora decidía continuar con él, cada día de los siguientes 6 meses estaría tomando la decisión otra vez. No solo estaba el dolor que ahora me tenía ya sin ganas de hablar, sino que estaba el medicamento que en algún momento había que modificar. Teníamos también, miedo a seguir y que finalmente, ni el bebé ni yo sobreviviéramos.

Volvimos con nuestro médico y le dimos nuestra respuesta. El dijo que no es lo que los médicos querían pero entendía la situación y la imposibilidad de que me hayan ayudado a controlar el dolor. Nos canalizó con clínica que se encarga de realizar dichos procedimientos. Después de ese día, todavía hubo que esperar cuatro días para que sucediera.

Y cuando sucedió, yo tenía mucha paz. No me sentía descansada ni mucho menos. Era solo el sentimiento haber tomado una fuerte decisión, de haberla pensado, dolido, soñado, reído, gritado, llorado, todo cuanto fue necesario. Ahora ya solo tenía que seguir con hacer honor a mi decisión. Que si mi dolor fue tan grande como para que yo haya terminando mi embarazo, el resto de mi vida debe valer mucho la pena.

Algunas veces he hablado del derecho de vivir sin dolor, como derecho humano. Con el riesgo de poder respaldar jurídicamente dicho derecho y con el riesgo de que alguien pretenda que todo dolor puede ser eliminado. Yo solo quisiera la consideración del dolor como un síntoma de que no tengo salud y que merezco como derecho humano, la atención médica necesaria para tener un poco mejor calidad de vida.

Yo no sé si volveré a opinar sobre el aborto… ni siquiera estoy segura de si sigo estando a favor de la despenalización en algunos casos…. Incluso he dicho, después de esto, que nunca lo volvería a hacer. Lo que si pienso, es que de haber estado en mi país, los médicos tal vez nunca hubieran considerado preservar mi salud, tal vez la única opción que se me hubiera dado sería seguir con el embarazo a pesar de mi situación. Ahora, 2 meses después, no sabría decir donde estaríamos mi bebé y yo. Lo que si tengo claro, es que en ese caso, yo no hubiera tenido derecho a decidir.

lunes, 17 de septiembre de 2007

No estoy de niña bonita



Desde que tomé el primer avión, imaginé cuando estuviera de regreso. Cuando regresé me sentí completamente feliz. Pronto vería a mi gente. Es más, el ya estar aquí cerca, era suficiente. Al tratar de ordenar agenda, se complicaba, eran pocos días antes de mi siguiente viaje. Ahora queda un día y medio para que parta al corto viaje. Es larga y llena de amor la lista de gente que me falta ver.

Sin embargo, no me encuentro bien para algún encuentro. Me siento cual avestruz buscando tierra blanda para esconder la cabeza. No me siento bien para ir a un restauran y poner cara bonita. Traigo vibra pesada como para ir a contaminar la casa de alguna amiga. Cualquier encuentro lo empañaría con mi carota, mis ideotas y mis nulas ganas de hablar, reír y pensar.

Hasta se me quitaron las ganas del viaje corto. Solo me mantiene en pie del plan, la idea de que allá, a donde voy, hay una medicina que otros días difíciles he probado, y ha servido. Es corta de vida y ya hasta reparte vida a otros. Cumple un año, es adorable y parece que hasta tiene su carácter.

Hoy, un día después de haber asistido a dos importantes consultas médicas, me siento cansada, sin batería. Por un lado me dan un diagnóstico que no creo, fibromalgia, y por otro me dan un remedio que rechazo, cirugía con más clavos y placa de los que tengo. Digo no y no se bien por qué. Es solo rechazo, rebeldía. Obviamente no tengo otra explicación o solución a la mano, estoy cero propositiva.

Hoy, soy un ente sin esperanza, cansada de ver batas blancas, incrédula ante una nueva propuesta, incluso, hoy tengo un poco de odio. “El cuervo tuercegente” y su fantasma sigue doliendo. Hoy no soy objetiva, hoy me da la gana del culpar al culpable. Hoy no quiero fingir que no hay dolor. No me da la gana intentar nada.

Me conozco y sé que esto dura uno o dos días…pronto volveré al juego de fingir, de intentar y de disfrutar lo que tengo. Hasta entonces volveré a escribir aquí para no contaminar los espacios cibernéticos. Abuá.

martes, 4 de septiembre de 2007

La musica alegra el alma y cura el dolor

La música alegra el alma, nos puede poner en actitud positiva o nos evoca épocas pasadas, pues trae a nuestra mente recuerdos que nos llenan de nostalgia, pero también tiene muchos otros beneficios que ayudan a aliviar diversos males físicos y emocionales.

La musicoterapia es una terapia que se aplica desde hace muchos años, aunque en los últimos tiempos ha tomado un auge significativo, ya que sus múltiples ventajas han sido profundamente estudiadas y aplicadas en personas de todas las edades para diferentes fines.

Esta técnica terapéutica consiste en la utilización de la música en todas sus formas con participación activa o receptiva del paciente, es decir, puede escuchar la música o bien puede ser parte de ella cantando o tocando algún instrumento musical que les haga sentir cómodos.

Karla Abarca, psicóloga de una clínica del dolor en Colombia, que imparte la terapia, comentó que cuando los pacientes tienen una enfermedad que les provoque dolor crónico, tienen sentimientos de tristeza, indefensión y sienten que todas las puertas se han cerrado, por ello la musicoterapia resulta un excelente antídoto contra esos males.

“La música ayuda a mejorar la atención y concentración, por ejemplo, hacemos ejercicios con instrumentos de percusión y para ello los pacientes deben estar muy concentrados y atentos de que después de uno, el otro tiene que tocar, aunque parezca sencillo son ejercicios que tienen un gran impacto a nivel terapéutico”, explicó la psicóloga.

La música y las actividades que se van a desarrollar son previamente seleccionadas, pues no puede ser cualquier tipo de música la que escuchen o ejecuten; además, cuando hay una enfermedad física de por medio no es cualquier tipo de dinámica la que se puede realizar.

Los pacientes pueden tocar instrumentos, aunque no es una clase definida para el aprendizaje, sino que los tocan como una forma de terapia, también cantan porque físicamente la vibración de las cuerdas vocales y los instrumentos de percusión mejoran las conexiones del cuerpo en cuanto al sistema nervioso.

“El canto está asociado con un aumento en la producción de endorfinas que mejoran nuestro estado anímico, con el canto se trabaja además la dicción del paciente, que ayuda a determinar cómo se proyectan ante la gente, se busca mejorar lo que es conducta, emoción y pensamiento”.


Información publicada en Prensa Libre

Relájate un rato