martes, 6 de mayo de 2014

Efectos secundarios

¿Por qué contar algo que pasó hace casi un año?  Porque aquellos días fueron el inicio de la historia que se empezó a escribir hace algunos pocos. 

Tenía esperanza porque el dolor estaba controlado, sin embargo, me asustaba el reloj, me aterraba el calendario.  Cada 72 horas que cambiaba de parche, me preguntaba cuántos más habría de usar hasta que dejaran de funcionar.

Hice una lista de terapias alternativas, más de 15 vinieron a mi cabeza y otras tantas salieron de internet.  Concerté algunas citas y empezó la carrera.  Lo primero fue conseguir terapia psicológica en mi nuevo hogar, Guanajuato.  

El largo periodo con intenso dolor me había desarmado.  No sabía donde terminaba mi fuerza, ni donde iniciaba mi obligación por vivir. Me reconocí en uno de mis momentos de mayor vulnerabilidad. Aún con el parche y los otros medicamentos, mi calidad de vida se había visto disminuida. Ese dolor dolía aún más que el de la espalda.

Empecé con terapias bioenergéticas, con medicina cuántica, terapia neutral, homeopatía, Flores de Bach y, además, mi nuevo terapeuta me envió a terapia corporal.    Todo lo inicié en Julio, tal vez, y lo mantuve hasta enero del 2014... menos la terapia bioenergética y la cuántica que implicaban trasladarme cada semana a la Cd. de México, asunto cansado y adolorado.

En mi vida no me podré quejar de que no haya magia ni resbaladillas. Hace unas dos semanas sucedió que sentí caer varias casillas.  De una cirugía que parecía sencilla, meter instrumentos por tres pequeñas incisiones, añadir una cámara, tomar la vesícula, sacarla y cerrar, acabamos en un despertar con extrañas noticias.

El doctor se había topado con un hígado inflamado, y dados mis antecedentes con analgésicos, diagnosticó una hepatitis medicamentosa o llamada también, hepatitis tóxica.  Me pareció algo surreal ¡Ahora esto! ¿Es broma? ¿Qué andaban viendo mi hígado si iban por mi vesícula? 

Por fortuna, el panorama no era gris, según el médico dicha hepatitis podía ser reversible con dejar de usar el parche y la buprenorfina. Sencillito. 

Así fue como inicié un nuevo tratamiento con un nuevo Algólogo. Incluye Palexia Retard, Tafirol Flex, Lyrica y Cymbalta.  Aún son pocos días para valorar su efectividad, ni siquiera he probado lo que sería un día normal de trabajo con este nuevo coctel, porque he estado en la recuperación de la cirugía y del Síndrome de Supresión que un día contaré lo que se vive dentro de él.  

Ya llevo 15 días con este tratamiento y parece ser que habrá cambios porque el Palexia también daña el hígado.  Esta noticia es nueva.  Todavía no sé qué implicará, si el siguiente coctel tendrá tan pocos efectos colaterales como éste que pruebo ahora, si seguirá el Síndrome de Supresión, qué tipo de cambios habrá en mi calidad de vida y muchas preguntas más.

Preguntas que no generan angustia.  Por alguna bendita razón, me siento llena de vida, de posibilidades.  Será que las complicaciones de la cirugía y el Síndrome de Supresión, me hicieron extremadamente difíciles los días pasados, que ahora que me recupero, disfruto porque sé que hubo momentos en que no pude hacerlo y durante los cuales pensé más de una vez, que no habría más.

Junto a este asunto a resolver, sigue la búsqueda de terapias alternativas.  Retomaré algunas, empezaré con otras nuevas. Incluso, este nuevo Algólogo ofreció dos alternativas que ofrecían los avances en la medicina alopatía y que ayudarían a ir retirando los analgésicos.  Todavía hay que investigar y ahorrar, porque son procedimientos carísimos, pero a los que ya me declaró candidata.

Un asunto a la vez.  Mañana veremos que datos da el hígado, pasado escucharé sobre el nuevo coctel y así iré por día avanzando en esto de vivir con dolor, pero sobre todo, avanzando en esto de vivir y disfrutar hacerlo.

lunes, 5 de mayo de 2014

Detrás de cámaras de Parchando el dolor

Ya tenía más de un año viviendo sola en un pequeño departamento "el huevo" cuando comenzó el nuevo dolor.  Empezó poco a poco,  consumiéndome la energía, fue incrementando conforme me iba robando más cosas.  Un día, alguien se dio cuenta que no podía atenderme sola y me llevó a casa de mi mamá, para que ella y mi nana me ayudaran.

Los resultados de estudios en los que no se revelaba algo mecánico en mi espalda que requiriera arreglo inmediato, incrementaba el miedo y la incertidumbre.

Seguro que en algunos post de este blog, he comentado que cuando una crisis de dolor me dura más de 4 o 5 días, me empiezo a desmoronar emocionalmente.  Es una especie de cansancio por correr y correr, no llegar a ningún lado y tener que seguir corriendo sin posibilidad de descanso. 

El dolor cansa y satura.  Después de casi un mes de estar con ese intenso dolor pedí ayuda a mi hermana mayor y su marido, para que me ayudaran a pensar sobre el paso que debía dar. Fue una especie de auto declaración de no ser apta en ese momento para tomar decisiones en relación a ese dolor.  Ya era demasiado dolor y cansancio. Pedir ayuda así se sentía más como humillación que como humildad, sin embargo, hicieron un amoroso e impecable trabajo que me hizo olvidar ponerle calificativo a mi S.O.S.

Podía buscar doctores nuevos, aunque me sentía incapaz de soportar algún viaje mayor a 30 minutos.  Podía hospitalizarme para que ahí hicieran pruebas sobre qué podía ayudarme. Y seguro podía hacer otras cosas que ya mi visión no alcazaba a distinguir.

Se intentaron ajustes al tratamiento hasta que sucedió la hospitalización. Mientras ésta duró, me di cuenta de que había esperanza. ¿Que cómo lo supe? Por la amorosa visita de cinco de mis sobrinos del corazón y sus regalos,  por la fuerza y presencia de mi mamá, mi hermana mayor, mi nana y mi tía, por los mensajes de apoyo de amigos, y por aquellos que decidieron visitarme aún sabiendo que tal vez no encontrarían mi sonrisa, sino a una amiga que se sentía completamente vencida.

Cada presencia era como una bocanada de aire. Sentía que no tenía ya fuerzas para seguir, ni ganas de tenerlas, no si eso implicaba seguir sintiendo ese dolor. Pero hubo personas que me acompañaron y su solidaridad le dio un poco de paz a la espera de algún tratamiento que me controlara el dolor.

Un día, recibo la llamada desde el extranjero de mi hermana menor.   Me pidió que pusiera el altavoz y que les pidiera a mi mamá y a mi otra hermana que se acercaran a mi cama. Así, sin mayor preámbulo, dijo "estoy embarazada".  Gritamos, reímos y lloramos, porque fue claro para todas que nuestra familia recibía vida, un milagro y grandes bendiciones.

Si mis sobrinos del corazón, mi sobrina del alma (o de sangre como ella se define) me inyectaban vida, saber que venía una vida a través de la que era mi "hermanita" fue la luz que iluminó el camino incierto en el que me encontraba atrapada.

No compartiré mi experiencia con algún tratamiento en este post.  Simplemente tenía pendiente poner en palabras lo que en mi corazón se tatuó aquellos días en que vivir con dolor era especialmente desesperanzador. 

¿El resultado?  Esperanza y fuerza.  El doctor dio con el medicamento que me controlaba el dolor. Cada compañía, cada beso, cada abrazo, cada mensaje, me regaló fuerza que en suma logró ser mucha.  Y la buena nueva me devolvió la Fé en un Dios que no me había abandonado. 


domingo, 4 de mayo de 2014

Parchando el dolor. Lo técnico.

Desde 29 de abril del 2013 no había escrito en este blog. Ahora que lo hago es para darle continuación a la historia que dejé a medias en aquella ocasión.  Contaba que había un nuevo dolor a nivel lumbar  por un ligero abombamiento del disco pero que me provocaba un dolor agudo que se sentía como si un cuchillo de doble dentadura entrara y saliera de mi espalda al menos movimiento que hiciera.

Conté que el último tratamiento a que me sometía era un bloqueo.  Pues bien, no resultó, el dolor siguió.  A la luz de un año tengo poco claras las otras medidas que se tomaron hasta mi internamiento un mes después.  Es bien sabido que por dolor no voy jamás al hospital, a menos que del 1 al 10, el dolor sea 10, es decir, que realmente insoportable.

El Algólogo confiaba controlar el dolor en la primera noche, con un coctel que tenía en mente. Sin embargo, no fue así.   Ni siquiera sucedió con los siguientes 3 ajustes que hizo.  Fue hasta que me pusieron un parche transdérmico de Fentanilo, que pude descansar de ese dolor.  Ya si no, es 100 veces más potente que la morfina.

Me habían puesto el parche de mayor dosis, y además de quitarme el dolor me mantenía "fuera de acción".  Una vez fuera del hospital, ya en consulta en la Clínica para el Dolor, mi doctora me comentó que los parches eran una solución temporal, pues no están diseñados para tomarse por mucho tiempo, entre otras cosas porque el cuerpo genera resistencia y en algún momento se requeriría más parches. La prescripción fue de un parche de la mitad de medicamento que el que me habían puesto en el hospital.

Lo relevante de esa declaración, fue que empezó a sonar un "tic, tac, tic, tac".   La Doctora sugirió buscar en la medicina alternativa una solución para mi dolor, antes de que el parche dejara de hacer efecto.  Y añadió que la medicina alópata ya no podía ofrecerme algo más. Lo que he probado desde entonces es tema de uno o varios post.  

Además del parche tomaba otros medicamentos que ya he mencionado como Lyrica, Cymbalta y para momentos de dolor agudo, buprenorfina.

Este nuevo coctel me permitió trabajar, aunque requirió mudarme a la ciudad donde lo hacía, a 45 minutos manejando. Esto por los efectos sedantes del medicamento y también porque el dolor a media tarde se acentuaba. 

Finalmente, el tiempo ganó la carrera y en febrero de 2014 el dolor lumbar  empezó a incrementarse o lo que es más preciso, el parche dejó de tener los efectos que tenía en un inicio.  La propuesta fue usar dos parches, a lo cual me negué, entre otras cosas, por mantenerme activa laboralmente.  Así que lo que incrementé fue solo las dosis de buprenorfina sublingual y con ello tuve.

A pesar de eso, en dos meses tendría que cambiar de coctel, pero no tendría que ver con la efectividad para controlar el dolor, del que estaba usando. 

Relájate un rato