La seguridad social, todo un tema. En otra ciudad, en otro sistema, tomó casi un año que asignaran mi caso a la Clínica del Dolor, con todos los estudios de por medio, incluyendo el psicológico... por aquello de que el asunto estuviera en la azotea y no en mi sistema nervioso.
En breviario cultural, una Clínica del Dolor, es un servicio médico especializado
que ofrece tratamiento para el dolor crónico. El dolor, una vez que se convierte en crónico, es considerado
como enfermedad.
En esta ciudad, en este sistema de seguridad social, tomó un poco más llegar a la puerta que conduce a la Clínica del Dolor, con la particularidad que al llegar a ésta, me encuentro con un cadenero. Y fui de las que no podían pasar por nuevas reglas.
Por un asunto de colapsamiento del servicio se ha limitado el acceso a la Clínica del Dolor sólo para pacientes con cáncer. Mis respetos para esos pacientes. El asunto es que si mi diagnóstico ubica mi dolor en una escala compartida con éstos pacientes, ¿por qué importa el origen de éste?
Es cierto, mi vida no corre ningún riesgo. Es cuestión estilo de vida. Poder estar en donde quiero estar, poder trabajar y ese mismo día ir al cine o a cenar con amigas, poder viajar sin necesitar un día para reponerme del viaje, en fin, poder tener una vida mejor.
Sin permiso del cadenero y la complicidad de la tía, fingimos ignorancia y seguimos adelante. Por ahora conseguí la primera cita, lo segundo es que me dejen permanecer ahí en el protocolo que tenía, o uno mejor.
Supongo que es normal que hoy haya disminuido mi paciencia. En una teoría que creé, hay que dar paso a los días no tan buenos, para valorar los buenos. En la mañana hasta me quedé un rato sin cobertura de Fe, me moví y recuperé la señal.
Esta soy yo y ésto es vivir con dolor.