lunes, 29 de abril de 2013

¡Que nervios!



A una semana de dolor intenso, en ascenso, diría yo, hay cambios.  La contractura fue disminuyendo pero en la zona lumbar se ha concentrado un dolor intenso. Se siente como un cuchillo de sierra.  Es justo donde hay una hernia que no era significativa hasta ahora.  


El Algólogo de cabecera dice que requiero cirugía y con ello desata los pocos miedos que seguían en el cajón. Pienso en cirugía, recuperación, rehabilitación y secuelas, y tiemblo. Mi hipotálamo grita “ni madres, a ver si me alcanzan” pero mi cuerpo no responde y se queda sentado, adolorido esperando ayuda.


Hoy me presenté a rehabilitación y reporté lo que me sucedía, la conclusión fue que no me estaba haciendo bien el tanque y que me suspendían la serie de rehabilitación.  Me indicaron calor y electro estimulación… Justo con lo que he sobrevivido estos siete días. Con eso y la triplicada de dosis de la medicina para el dolor.  Ayer y hoy estoy adormilada, pero adolorida.  Así que toca dar un paso más: bloqueo.


El bloqueo de nervios es un procedimiento en que se inyecta medicamento (anestésico o esteroides) cerca de un nervio o rama de nervios para “apagar” la señal de dolor. Es un temporal, que generalmente me proponen en época de frío. 


En una ocasión no sirvió, pero las demás, después de que se pasa el dolor por las inyecciones, en un par de días he estado maravillosamente.  Así que mi Fe, se centra hoy en eso. 


Me da susto, obvio.  No me gustan las inyecciones (menos esas), los hospitales, los quirófanos, ni nada que me haga sentir ese vértigo.  Pero es más el dolor y mi cansancio, que apechugo el “cómo” para lograr el “para qué”.


El asunto no requiere preparación de mi parte, ahorita desayuné fuerte, me tomé mis medicinas normales y sólo llego a quirófano a las 4:00 pm.  A las 5:30 pm, máximo, estaré en casa de mi mamá, a donde me mudé temporalmente hace unos cinco días.



Con mayor movilidad ya investigaré qué pasa con la zona lumbar, si es la hernia o simple contractura, y visitaré cuanto doctor sea necesario hasta que encuentre uno que apueste por algo que no sea operación.


No prometo reportar pronto los resultados.  Seguro estaré en cama un par de días hasta que acabe de hacer efecto el tratamiento.  Después, entre baile y baile prometo avisar lo maravilloso que me siento ya.


Agradezco sus buenas vibras, oraciones, visitas, llamadas no (no me gusta el teléfono).  Es más, todo lo anterior se los pido, porque reconozco que ahorita yo solita no puedo. Es como dicen las señoras éstas de mercado, el ánimo y esperanza “no me ajustan” de momento.

jueves, 25 de abril de 2013

Una crisis de dolor



Un dolor de más de seis meses se llama dolor crónico, un dolor más fuerte de lo normal, yo lo llamo crisis.  Esas crisis aparecen cada tres o cuatro meses, dependiendo de la época, y duran de tres a cuatro días.

Con ocho años en esto, he aprendido a reconocer lo que pasa con mi cuerpo, mi mente y mi espíritu durante una crisis, de eso escribiré hoy. 

Del cuerpo no hay mucho que decir,  de estar en niveles de 4 a 6, en la escala del 1 al 10, de pronto estoy en 8 o más.  El dolor hace difícil el movimiento y gradualmente se va sintiendo el incremento en la contractura.  De estar en un lugar en la espalda el primer día, va llenándola, hasta el cuarto día que se empieza a sentir en los músculos de la cara.

En cuanto a la mente, las cosas han estado lo mejor que puedo esperar, me he mantenido productiva trabajando en casa, conectada a la compresa caliente y el TENS, y con varios periodos de descanso.  Gracias a tener una tarea por completar, por ratos me pierdo en temas lejanos a mi propia espalda.  Y lo mejor, avanzo y me siento útil, eficiente y hasta súper woman.

El efecto en el espíritu es el meollo del asunto después de cuatro días de crisis.   Trataré de explicar mi sensación.  Me siento invadida de cansancio.  Una pesadez en mi parte más etérea pero también más poderosa.  En este estado es difícil imaginarme sonriendo,  lo único que puedo ver entre la neblina es la idea de que no puedo más, de que ya tuve suficiente.

Por supuesto, si lo hago consciente, digo ¡carajo! ¡claro que puedes!  Es sólo un mal día.  Me esfuerzo a recordar lo que se siente reír, abrazar,  cantar, brillar, bailar… y logro traer centellazos de imágenes, pero son eso, efímeras imágenes que no puedo conectar con sentimientos. 

Así que, estar en crisis, es más que lidiar con el dolor físico, es luchar contra los efectos en mi espíritu, con mi mente como arma.  Y escribiendo esto, voy entendiendo de donde viene mi sensación de cansancio.

Tengo una semana en un nuevo programa de rehabilitación, y éste incremento en el dolor puede ser consecuencia de estar ejercitando músculos que tenían más de un año sin hacerlo.  Nuevamente, viene la mente a explicar, lo trato de entender, pero eso no alivia, ni el cuerpo, mucho menos el espíritu.

Mañana tengo un día importante laboral, ya tengo todo listo, así que tomaré la tarde para simplemente  “estar”.    Quizá si pongo tregua en las batallas, los guerreros se fastidian y marcan retirada.  

Es eso un mal día, y aunque no me sale del alma decirlo hoy,  no significa que sea una mala vida.

miércoles, 27 de marzo de 2013

No, sin cáncer

La seguridad social, todo un tema.  En otra ciudad, en otro sistema, tomó casi un año que asignaran mi caso a la Clínica del Dolor, con todos los estudios de por medio, incluyendo el psicológico... por aquello de que el asunto estuviera en la azotea y no en mi sistema nervioso.


En breviario cultural, una Clínica del Dolor, es un servicio médico especializado que ofrece tratamiento para el dolor crónico. El dolor, una vez que se convierte en crónico, es considerado como enfermedad.

En esta ciudad, en este sistema de seguridad social, tomó un poco más llegar a la puerta que conduce a la Clínica del Dolor, con la particularidad que al llegar a ésta, me encuentro con un cadenero.  Y fui de las que no podían pasar por nuevas reglas.

Por un asunto de colapsamiento del servicio se ha limitado el acceso a la Clínica del Dolor sólo para pacientes con cáncer.  Mis respetos para esos pacientes.  El asunto es que si mi diagnóstico ubica mi dolor en una escala compartida con éstos pacientes, ¿por qué importa el origen de éste?
 
Es cierto, mi vida no corre ningún riesgo.  Es cuestión estilo de vida. Poder estar en donde quiero estar, poder trabajar y ese mismo día ir al cine o a cenar con amigas, poder viajar sin necesitar un día para reponerme del viaje, en fin, poder tener una vida mejor.

Sin permiso del cadenero y la complicidad de la tía, fingimos ignorancia y seguimos adelante.  Por ahora conseguí la primera cita, lo segundo es que me dejen permanecer ahí en el protocolo que tenía, o uno mejor.

Supongo que es normal que hoy haya disminuido mi paciencia.  En una teoría que creé, hay que dar paso a los días no tan buenos, para valorar los buenos. En la mañana hasta me quedé un rato sin cobertura de Fe, me moví y recuperé la señal.

Esta soy yo y ésto es vivir con dolor.

Relájate un rato