Es común que algún conocido, al saludarme, pregunte, muy amablemente "¿Cómo estás?" Por costumbre u optimismo, a pesar de haber dormido escasas dos horas, respondo “Bien, gracias”. En alguna reunión, me encuentro a alguien que me pregunta "¿Cómo sigo del dolor?" Igual, aunque mi cara pinte muy mal, mi respuesta es “Bien, gracias”.
Dar esta respuesta a conocidos y amistades, a los que vemos de vez en cuando, está bien. Sin embargo, con la gente que convivimos a diario, tal vez es necesario desarrollar un código especial. En mi caso, cuando era el primer año con dolor todos los días, me era muy difícil decirle a mi esposo que tan bien o que no tan bien, me sentía.
Un día le dije que me sentía muy mal, que me llevara al hospital, que el dolor “ahora si merecía ir al hospital”. En esa ocasión, no fue necesario decir más. Sin embargo, no todos los días son tan drásticos. No siempre el día es tan bueno como para salir a pasear, ni tan poco bueno como para ir a urgencias.
Otro punto importante es que, manifestar dolor, es muy subjetivo. Nadie puede venir y poner un “dolorómetro” para medir qué tanto me duelo. La permanente molestia hace imposible que nosotros olvidemos el dolor. Pero, el resto de la gente, no lo siente. Incluso, llegan a preguntar “¿tienes dolor?” Uhggg!! Confieso que me he llegado a ofender. “Siempre tengo dolor” murmuro en tono amargo, como si el tono ayudara para que al otro no se le olvide nunca, que es así.
Estas son dos buenas razones para desarrollar el código especial. Por un lado definir límites de tolerancia o de tomar acciones de emergencia, y por otro lado, se establecen mensajes mucho más objetivos, entre nuestros seres queridos y nosotros. Con el tiempo, vamos aprendiendo que 4 es buen día para caminar un poco, y que 8 es más un día de té, compresa caliente y poco ruido en la casa.
Esta imagen puede ser útil. Es una escala del dolor. Yo uso niveles del 1 al 10. Espero le sea útil a alguien más, como lo ha sido para nosotros.