Doce personas con cáncer y dolores que no responden a ningún tratamiento serán los primeros voluntarios en probar una terapia génica para poner fin a su sufrimiento. La Universidad de Michigan (EE.UU.) es el primer centro que utiliza esta estrategia para combatir el dolor intratable, el que no responde a ningún calmante. La mayoría de los ensayos clínicos que se han realizado hasta la fecha han intentado corregir enfermedades originadas por un gen defectuoso, como ocurre con los «niños burbuja», una anomalía que anula el sistema inmunológico.
Para combatir el dolor, los científicos no intentarán corregir un gen anómalo, sino introducir un gen que regula la encefalina. Esta molécula funciona como uno de los calmantes naturales del organismo, un opiáceo natural que alivia las molestias y produce sensación de bienestar. El gen se introducirá con la ayuda de un virus -el del herpes simple- como «taxi» biológico para llegar al sistema nervioso. El ensayo con este primer grupo de pacientes confirmará si el virus herpes es capaz de llegar a los nervios sensoriales y dejar su «carga» sin graves efectos secundarios. Si demuestra su eficacia, la estrategia podría convertirse en una nueva herramienta para aliviar otros tipos de dolor crónico, incluido el dolor neuropático que padecen las personas con diabetes.
El virus y su «carga» se inyectarán directamente en la piel para dirigirse a las rutas del dolor. Será un «viaje» sencillo para el virus del herpes porque la piel es la vía natural que utiliza para alcanzar las células nerviosas.
El dolor es un problema médico difícil de manejar, a pesar del arsenal de calmantes con el que se cuenta. Los fármacos convencionales tienden a distribuirse por el sistema nervioso de una forma generalizada, no dirigido al punto del dolor.Con lo que se necesita más cantidad de calmantes para conseguir mejores resultados, pero también a cambio de mayores efectos secundarios. La terapia génica pretende ser más selectiva. «Permitirá interrumpir de forma selectiva la transmisión de las señales del dolor y la percepción de las molestias», explica David Fink, uno de los responsables del ensayo.
La encefalina se liberará de forma selectiva en la espina dorsal, en la zona encargada de transmitir el dolor desde la zona afectada del cuerpo hasta el cerebro.
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