Algo sale mal, algo que solía estar controlado. Lo primero que me pasa es que me aterro, me
envuelve el miedo, pienso en todo lo peor que puede pasar. Toma tiempo volver a mi centro, respirar
profundamente, aceptar las cosas como son y poner mi energía en que lo que
viene son bendiciones y nada más.
Son cosas que pasan en la vida de todos, algo no planeado,
un desliz, un descuido, un accidente y el mundo se vuelve de cabeza de
inmediato. Los demás dan palabras de
amor, consejos, te dicen que no estás solo… pero así estás, tu y tus
circunstancias.
Por salud mental hay que salir del miedo, es necesario,
indispensable para moverte, solucionar, hacer lo posible y lo no pensado para
que tu mundo vuelva a estar acomodado, al menos lo más que se pueda.
Suelo confiar en un plan, uno que no conozco, que justifica
el presente incierto por tu futuro
mejor. Confío en mí, en que a
pesar de haber luchado con gigantes, algo enorme me ha de proteger porque aquí
sigo. Con evidencias de cada batalla,
con el orgullo y los recuerdos de cada una.
Quizá, así lo pido, así volverá a ser. Trato que no afecte más mi condición, pero aún no logro la fórmula. Me aferro a todas las herramientas que tengo meditación para lograr paz y poder discernir, Reiki para equilibrar mi energía, Orar para acariciar el espíritu, confiárselo a alguien para escuchar opiniones y dejarlo en manos de Dios cuando después de todo no encuentro la solución.
El asunto es que a veces me canso, es como si algo tuviera un inmenso poder en mi. Trato de esconderme, aprovecho para leer y
soy feliz con ello. Sin embargo,
mientras tanto amigos, familia, vecinos, la gente sale, se divierte, se
reúnen. No a todos los eventos, pero al menos a dos
al mes quisiera ir. Vivir en otra
ciudad, cerca de la anterior, pero aún así separada de una pequeña
carretera, disminuye más la
posibilidad de asistir a una reunión.
Desde la micro cirugía, además de ya no sentir en gran
medida la disminución del dolor, algo pasa con mi cuerpo. Es como si me
mostrara nerviosa, tiro cosas, me tiemblan las manos, tengo una extraña
sensación al escribir en el teclado y mucho más a mano y camino con
inseguridad. Dice el doctor que es el
cambio de medicamentos. Han pasado ya más de tres meses,
así que el argumento me suela laxo.
Finalmente no importa, así me siento y eso es independiente de la explicación que haya. Es esa torpeza la que me ha alejado de la carretera, le temo a algo que adoraba
vivir.
Quizá sea momento de pedir una segunda opinión, quizá muchas
cosas. Incluso, aventurarme a la carretera, así como lo hice para salir a caminar, como lo he hecho para trabajar. Quizá es cuestión de acostumbrarme a que así me moveré.
Mi dolor hoy es haber cantado victoria
y ahora aceptar que aún hay gigantes que esperan ser derrotados. Ojalá aceptaran una tregua, quisiera pensar
que ellos también se cansan.
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