Tres semanas, 21 días después de la, nunca mejor llamada “la
gran” microcirugía, estoy en un lugar
donde nunca imaginé estar. No podría
decir si era falta de Fe, si era demasiado conocimiento de la ciencia y sus
avances respecto al dolor, la experiencia de 12 años de vivir con dolor o la
ilusión y posteriores desilusiones ante promesas de médicos que prometían un
cambio radical en mi estilo de vida en 3 meses.
Lo más probable, es que todo lo anterior me hacía pensar que
era un intento, que debía tener precaución de no ilusionarme demasiado.
Sin embargo, a un año dos meses de que Neurocirujanos y
Algólogos dijeran que mi intenso dolor que acababa aparecer bajo mi cintura, no
tenía justificación física alguna, una
pequeña cámara permitió ver que en efecto había una compresión en una raíz
nerviosa que me provocaba el dolor.
La noticia de haber arreglado el problema, me provocó menor
alivio que el que se confirmara que sí había algo físico, y no emocional o
psicológico, como, mi ahora ex Algólogo, lo confirmara. Ni tengo que entrar en detalles porque
adquirió el “ex” en mi historial médico.
Quienes vivimos con dolor sabemos lo que dichas aseguraciones hacen en
nuestra moral.
Un día después de la intervención, en la revisión de
reflejos y fuerza en brazos y piernas, además de todo estar muy bien, hubo su
sorpresa. El brazo derecho, recuperó
fuerza que se había perdido o que no se había recuperado del todo desde la
primera cirugía.
Mi felicidad no pudo ser mayor, nunca, nada podría superar
lo bien que se sentía escuchar y sobre todo, sentir un cambio en mi cuello, en
mi espalda. Ahora el asunto es ir
bajando la dosis de analgésicos, que por
cierto volvieron al nivel más bajo de los opioides, volviendo al tramadol. Casi el coctel con el que inicié hace más de
una década.
He de confesar que sentí culpa al pensar que debía escribir
un post escribiendo esto. Escribir en Vivir con Dolor, donde si bien mi gente
se alegraría de leer mi sentir ahora, podría ser una traición a quienes me leen
porque tienen días no tan buenos, tanto o más que yo, y que por lo que me han
escrito, se sienten acompañados cuando descubren similitudes entre nuestras
situaciones.
Al vencer mi tiempo para escribir esto, me olvidé de ese
sentimiento y recordé que yo me sentía feliz e ilusionada cuando alguien me
escribía y me contaba que tal medicamento o tratamiento les había cambiado la
vida. Así que me apego a ello para
compartir que la radiofrecuencia ha sido mi primer gran intervención para eliminar
el dolor y estoy satisfecha con lo obtenido.
Como lo comento arriba, me disminuyeron la dosis de tramadol
a las dos semanas. Llevo una semana con
ello y aún no lo asimilo del todo bien, hay dolor, aunque ya es el dolor “de
antes” y ya no ese cuchillo que torcía a la derecha o izquierda conforme me
movía.
Mi gente me animó antes, me llenó de excelente energía.
Llegué esperanzada al hospital y desperté emocionada. Mi gente se volvió a
hacer presente para acompañarme y compartir conmigo lo bien que había salido
todo.
Los siguientes dos fines de semana pude asistir al bautizo
de mi sobrino más pequeño y a la primera comunión de la mayor. Mis hermanas
tienen ahora junto a ellas a Cristo por los sacramentos recibidos por sus
hijos. Mi mamá se repuso de un serio
problema de salud que presentó a unos días de mi intervención y también estuvo
presente en ambos eventos.
Mi resumen es que Dios obró en nosotros en estos días. Así
que me siento bendecida y enormemente agradecida porque las bendiciones se
extienden a mis mujeres favoritas. Será un mes que no olvidaremos, que pido y
pediré que no olvidemos.
Es un gran paso hacia adelante, un paso que soñábamos y orábamos porque se pudiera dar. Una vez avanzado, no hay quien me convenza que no se puedan dar otros más.
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